Pequeña historia acientífica aunque profundamente filosófica y musical acerca del universo singular y del cómo y el porqué del Big-Bang.
Tan cerca estaban las partículas en un punto que se mezclaban sus notas y surgían los acordes. Y tan próximas se encontraban que interaccionaban y, en consecuencia, cambiaba su vibración, organizándose en frases y en cadencias, en melodías y en obstinatos.
De este modo, antes de que el espacio fuera más que un punto, la música reverberaba y llenaba ese espacio. Y el tiempo no fue hasta que las notas no se encadenaron en arpegios e invenciones.
En el principio, pues, no fue la luz sino la música.
En medio de aquella sinfonía, en su centro, en su interior, envuelto en ella, un ritmo, una consciencia cobró vida. Algo súbitamente despertó. Unos ojos se abrieron, sorprendidos, ante aquello que aquel mismo ser escuchaba. La música recorría los registros. Y tal fue su sobrecogimiento ante el sonido que todo lo llenaba que los dos ojos se iluminaron; se iluminaron con sorpresa y fascinación, dando luz y energía a todo aquello que se hallaba en derredor.
Y tanta luz y fantasía desprendía el par de ojos que la energía comenzó a extenderse y a expandir los límites del punto. Repentinamente ya no hubo más punto, sino luz y música que crecían. Refrescó y algunas partículas bailaban en corros, mientras otras se lanzaban en pos de las fronteras, exploradoras.
La música se hizo más intensa y más ligera y siguió cambiando, creando, danzando, vibrando. Y los ojos miraban y sonreían como los de un niño que descubriera.
Por eso, en el principio no fue la luz, sino la música.
... Por eso, si no tuviéramos alma, la música nos la habría dado (cita de E. M. Cioran).
Gaia
28/09/2006
Lo que me gusta de la visión que aporta este cuento:
Presenta un ente creador fortuito, no se sabe muy bien si es fruto de la música o si ya existía, latente, en la singularidad previa a la Gran Explosión. Lo que sí está claro es que la música es el equivalente de la magia o del "álito vital de un dios", pues o bien despierta de su letargo al ser o bien lo crea a partir de sí misma y de la materia existente.
Ahí reside la clave del alma desde el punto de vista de este cuento: si la materia ya existía y la vibración de la materia da lugar a la música, es entonces la música la que insufla la consciencia en esa materia ya existente, es la música la que hace que de parte de esa materia se levanten unos ojos que se abran sorprendidos (bien formados por causa-efecto de la música o bien agregados como hecho que, por azar y caos, debía suceder a lo largo de la "pieza pre- Big Bang", en algún instante, antes o después), unos ojos que sienten y perciben un entorno distinto de ellos mismos; un ser capaz de maravillarse y extasiarse (no sabemos si por medio o no de un cerebro) ante la existencia, y que expresa esa sorpresa ingenuamente através de sus ojos, sin saber apenas lo que está haciendo, demasiado fascinado por su mundo puntual como para siquiera percatarse de el cambio en la expresión de sus propios ojos (¿es siquiera consciente, le ha dado tiempo a comprender lo que son los ojos, lo que son sus oídos?) y, mucho menos, percatarse de la variación que ello traerá al universo. Es ese carácter de la música como chispa que enciende la consciencia, como objeto que despierta o incluso crea el alma el que me fascina y el que recreo.
Por otro lado, y recogiendo algo ya comentado sutilmente, me gusta la inocencia de ese ente creador: su propio asombro es el que genera un cambio que traerá maravillas y misterios al universo; es esa sorpresa la que dará su ocasión a un universo no puntual y la que otorgará, inconsciente de ello, su oportunidad a la Vida para que se desarrolle. No al alma o a la consciencia, esas ya hemos visto que parecen capaces de surgir en el universo singular con "tan sólo" materia y música, sino a la Vida. Me gusta, inevitablemente, el modo en el que el ser creador genera el cambio: da lugar a lo que entendemos como la Creación de modo involuntario. Es Él, es el Creador, es el ser con capacidad para hacer salir al Universo de un estado estable en forma puntual a un estado estable pero entrópico (en tanto que hay procesos) de expansión. La ingenuidad de un ente tan poderoso, cuya gran obra es fruto de su capacidad de asombro, de sobrecogimiento y de entusiasmo, fruto de su sensibilidad hacia la música. Y no de un plan o de una intención. Es ese paso del creador maestro o tutor al creador niño: sorprendido, divertido, fascinado ante todo. Es ese aspecto de "creador involuntario", casi por accidente, pues no se sabe bien si es él el creador o lo es la música. Aunque no olvidemos que ya antes existía la materia... Finalmente acaba conduciendo este ingenuo y grandioso ser a la sensación de que el creador es aquel que al fin y al cabo creó el universo en su estado "actual" (digamos, de los últimos 15.000 millones de años), el que le dio su carácter expansivo, sin importar que fuera o no el creador de la materia y la energía primigenias.
En resumen, tres ideas destacaría de esta historia: el ente creador como ser fruto del azar, es decir, de la combinación adecuada de circunstancias iniciales y de contorno; la música como “sustancia" que eleva, que despierta, que agranda las almas y que podría otorgarlas por su carácter mágico y conmovedor si no las hubiéramos tenido de forma natural (¿y si realmente en el principio de la historia de la humanidad hubo música y ella nos concedió la trascendencia y la conciencia?); y, finalmente, el ser primigenio del universo en expansión, aquel que en esta historia nace poco antes del Big-Bang, como ser inocente y curioso que viajara en busca de nuevas maravillas y misterios que el universo que él mismo generó pueda ofrecerle.
Ciertamente, a la luz de unas velas, en la cima de una montaña o a la sombra de un árbol en algún jardín, escuchando alguna obra antigua o moderna, cuidada y profunda, me invade la sensación de que si no tuvieramos alma, la música nos la habría otorgado.
1 comentario:
ultimo parrafo del comentario: apuntado.
Lo dejo para el dia del Nobel :P
P.D.: intentaré conseguir uno de los antiguos gramófonos. Si no, valdrá con un MP3 y unos altavoces. Para el programa Canon de Pachebel y Sinfonía 9 de Bruckner, entre otras...
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