martes, mayo 02, 2006

El faro de Cabo Finisterre


Allí donde las leyendas contaban que acababa la tierra firme y donde en realidad comenzaba la otra mitad de la aventura, allí donde la Vía Láctea que seguían en peregrinación los celtas iba a parar antes de perderse reflejada en la inmensidad del mar, allí, cerca de donde cuentan que el apostol Santiago arribó en su último viaje para hacer resurgir el mismo itinerario celta, alguien levantó una luz, una guía para los marinos y para los pescadores que volvían de lejanas tierras y profundas aguas. Una guía para los que regresaban de una ruta más allá de toda experiencia en tierra. Una luz que simboliza, aún hoy, la referencia de lo conocido ante un salto al vacío, la esperanza del que se aventuró a lo ignoto -sea un viaje, la vida o el conocimiento-, simboliza el regreso y el impulso a dar un nuevo paso.

Eso es, al fin y al cabo, lo que significa cualquier faro y, especialmente, el cabo del fin de la tierra, en esa imagen con la Luna vigilante al fondo.

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