martes, febrero 20, 2007

Los almendros se van desgranando dulcemente,

se deshojan y se abren a la vida.

La hermosura y el aroma de la tierra

hechas flor por medio de la brisa

y de las yemas cuajadas del verano

de los rayos de sol de mediodía.

Se desvisten y quitan sus alhajas

de blanca y rosa seda envejecida

en sensual baile de pétalos y estambres,

abriendo paso al frutal vientre en su caída,

tras haberse trocado sus pendientes

en miel de almendros y fértiles semillas.

2 comentarios:

xhaju dijo...

Dicen tus labios...

Sugerentes y sencillas maravillas,
simiente de sesos exacerbados
que sufren pasmos galácticos
por mirar tus ojos otro día.

Somelier de los vinos de tus labios,
asaltante de tus bucles los carros,
sorprendido por la verdad de las palabras
que pronuncias desde el centro de tu alma.

Como el cáliz de las flores tu te expresas
a través de los pétalos que un día
-¡todo son flores todavía!-
se abrieron y dejaste para mi de ser ajena.

Gaia dijo...

:)

Lo mejor de entre lo mejor (de entre las palabras, de entre las ideas, de entre los acordes y la cadencia), el "dejar de serte ajena".

:)