sábado, agosto 22, 2009

El silencio se extiende a maravilla. Sólo el viento riza los oídos. Más temprano, ni siquiera eso: la contemplación del mundo, completamente amortiguada en su discurrir sereno. Montañas, su verde, el azul del cielo, las rocas ígneas y el silencio. Un paréntesis de vida plena que rima y se desborda al compás del tiempo.

A la par que el viento riza y corretea, el mar de nubes, algodonadas éstas, se desliza por sobre el azul vientre marino con la parsimonia de un amante regalado o con la de una sábana que se escurriera por el borde del horizonte. Los valles de la isla, replegados y estrechos como arrugas, se van cubriendo de sombras verde pino y doradas, mientras un Sol difuminado tiñe la neblina alta de colores mazapán, albariño y yema.

Poco a poco el Sol se esconde tras esa espuma de gotas suspendidas, medio grises, medio albaricoque, dejando traslucir insinuante su figura y hundiéndose en esa cama de nubes. La noche comienza.

Comienza con el trajín de unos pequeños seres que, a ratos, se creen muy importantes. Ajetreados, salen y entran, abren y cierran domos, aprestan sus instrumentos y comienzan a fotografiar el cielo crepuscular. Mas cuando el cielo se oscurece, la grandiosidad nocturna de éste les alcanza y les aturde, les admira y les embelesa. Y así, inevitablemente cada noche recuerdan la insignificancia de su existencia; comprenden que si sus vidas son insignificantes, tal vez su única oportunidad de trascendencia radica en algo más grande que ellos mismos. Vuelven, por tanto, sus esfuerzos a la ampliación denodada del Conocimiento. Sin embargo, la contemplación de esa misma panorámica oscura y estrellada, como lienzo azaroso de vacío y fuego ardiente, les recuerda que, pequeños ellos en la inmensidad del Cosmos, quizá el propio hecho de estar vivos, de caminar, de respirar, de oír y de ver, sea ya maravilloso. Quiza el ser representantes, parte íntima de la Vida, es un privilegio asombroso.

La noche se sucede, sosegada y silenciosa. La noche rueda, en un mosaico de constelaciones y estrellas, ribeteada de Vía Láctea. Profunda, tranquila, aterciopleada, montañosa. El firmamento, por su parte, misterioso, inspirado y silencioso.

Gaia

4 comentarios:

pmisson dijo...

Preciosa descripción de lo que es una observación :).

Ojalá se observase más para poder sentir esa pequeñez más amenudo y nos diesemos cuenta de los insignificantes que son nuestros problemas y los afrontasemos así con más optimismo.

Si esa inmensidad nos ha creado de la nada, que no podremos seres insignificantes como nosotros hacer. Cuanta belleza podemos al menos contemplar y así hacer al menos una cosa importante.

Dar al universo una oportunidad de admirarse a si mismo.

Gaia dijo...

Qué grande. Qué bien has cerrado y redondeado lo que quería transmitir. Quizá con palabras que aún ni siquiera se habían formulado en mi mente, pero con esa sensación compartida.

¡Gracias! :)

xhaju dijo...

http://gaussianos.com/junto-a-los-dioses/

Hwi Noore dijo...

Me encanta como haceis de ello un arte ¡¡BRAVO!!