lunes, enero 16, 2006

Amanece en una estación de tren - Príncipe Pío

Nueve menos veinte de la mañana. El silbido de los trenes llena la estación hasta lo alto de las cristaleras. Y cuando, ocasionalmente, se acalla su sonido, el sordo rumor de las escaleras mecánicas y el movimiento humano se dejan oír, como el zumbido de la sangre se abre paso al concluir una voz.

El Sol se refleja con una fuerza matutina en los tubos aluminizados de los estractores y aires acondicionados, sobre el tejado del centro comercial.

Los transeúntes se encaminan a sus destinos, completamente ajenos a mi mirada y mi atención.

Es viernes, y el olor a tren varía en intensidad como una melodía siguiendo la batuta de la brisa.
Un portento de volúmenes, cristaleras, espacios vacíos y columnas y techumbre en hierro forjado da una dimensión llamativa a la estación. Algo en ella es más de lo que aparenta. Los cruces de sus vías y sus puentecitos señalan el lugar como punto de encuentro para muchas cosas. No sabría decir cuáles, ni cómo se produce este encuentro, esta fusión de realidades distintas… tan sólo sé que acaecen. Que siento la “magia” del lugar.

Aunque más que magia, es la confluencia de tantos espíritus y de fuerzas y corrientes tan poderosas en el Universo.

Príncipe Pío
Madrid
12/08/2005

Gaia

1 comentario:

Hwi Noore dijo...

Siempre me encantó Príncipe Pío.
Sí, es magia lo que hay entre sus paredes, en sus trenes, sus puentes y sus vías, la magia que transportan los seres que por allí pasan, contando en el corazón los viajes matutinos y las esperanzas de un mañana mejor, sus almas, sus penas y sus alegrías, son las que se encuentran en las encrucijadas de sus pasillos y las barandas de sus abismos; esos espíritus ascienden hasta el techo y contemplan enamorados a quien, sentado en algún punto sabe que siente la magia de aquel lugar.